viernes, 12 de noviembre de 2010

El crimen del cine Oriente



El calor del verano me estaba sufocando. Yo había salido para caminar en la plaza y tomar un helado. Todas las personas me parecían muy cansadas. Los niños habían jugado fútbol y estaban sentados en el césped de la plaza. Había empezado un viento muy fuerte y cambió el clima. Yo había caminado muy lejos para encontrar un lugar para refugiarse de la lluvia.

Recuerdo que estaba lloviendo a mares y que entré en aquel cine porque no tenía otro sitio donde meterme. Era domingo, habían dado las diez de la noche y hacía bastante rato que había empezado la película. Me senté en la última fila y lo primero que hice fue quitarme los zapatos, que se me habían puesto perdidos de barro. La película que estaban echando era de amor y salía una chica rubia con un buen par de melones y un fulano que llevaba un sombrero con una pluma y un montón de medallas en el pecho. Un tipo con pinta de príncipe o algo así. Al cabo de un rato me quedé como un tronco y cuando me despertó el acomodador había salido casi toda la gente. Ya estaban encendidas las luces, pero a pesar de todo me puso la linterna a un palmo de la nariz y me preguntó si pensaba que aquel cine era un hotel.

Yo había dormido durante todo el tiempo. El acomodador era un hombre flaco y viejo. Había trabajado en el cine desde hace muchos años. Todas las personas lo conocían y lo consideraban una buena persona. Busqué a mis zapatos que había quitado cuando miré por debajo de los asientos del cine y me di cuenta que había un cuerpo tendido en el suelo. Me había dado cuenta que esto no era una persona que duerme pero un cuerpo muerto. En este momento yo estaba muy asustada y solo quería salir de allí lo más rápido posible.


Zaida Costa, Rosa Schnorr y Cátia Cylene.